Carta de una bobe a Eitan Kogutek

Reproducimos la carta que estuvo dando vuelta por WhatsApp de una bobe de la comunidad al hijo de Diego Kogutek.

Hola Eitan. Vos no me conocés, soy bobe, tengo dos nietos – uno casi de tu edad – que son la luz de mi vida. Dos años atrás, siguiendo un consejo bienintencionado de mi hijo le confié a tu papá los ahorros de mi vida, un dinero que no era mucho, pero que con intereses y paciencia me iba a permitir realizar un viaje muy ansiado con mis nietos. No sé cuánto sabés sobre lo que hicieron el año pasado tu papá Diego y tu mamá Nurith; en resumen, decidieron quedarse con la plata que le habíamos confiado yo y mucha otra gente de la comunidad. Soy realista y a mi edad, esa plata ya no la voy a poder recuperar, a mi edad el viaje que le prometí a mis nietos ya no lo voy a poder hacer. Sin embargo esta no es una carta de odio. A mis tantos años no queda tiempo para odiar. No lo odio a tu papá, no la odio a tu mamá, mucho menos a vos y tus hermanos, que no tenés nada que ver. Simplemente quería decirte que los abuelos y bisabuelos de la comunidad llegaron a este país como inmigrantes “con una mano adelante y una atrás”, como solemos decir los viejos. Trabajaron, se esforzaron, estudiaron, superaron adversidades y tragedias, tejieron amistades, innovaron y construyeron. Esto nos identifica como judíos y no la acumulación y la ostentación. Disfrutar de un viaje, tener un buen auto, tener una casa en el country, tener la campera de moda, la gran fiesta de Bar Mitzvah, de nada vale con el costo del engaño, el fraude, la codicia, la decepción. Y por más que te duela conocer la verdad, eso fue lo que sucedió. Sólo espero que a pesar de las circunstancias te conviertas en un hombre de bien, en un hombre que algún día pueda enmendar los errores de tu papá Diego y de tu mamá Nurith. Yo sé que es muy difícil que los chicos lean autores como Maimonides, pero quizás llegues al Mishné Torá y encuentres los niveles de Tzedaká, lo que quizás ayude a entender lo que hicieron y sobre todo lo que no hicieron tus papás. Seguramente en ese momento ya nadie recuerde a esta vieja bobe que tuvo el sueño de llevar a sus nietos a conocer el kotel, pero así es la vida a veces, imperfecta, un poco maror – amarga – y con muchos designios que nos trascienden. Hasta acá mis palabras, Eitan. Espero no haberte aburrido y lamento no poder firmar con mi nombre, pero así como no me queda tiempo para odiar, tampoco me quedan recursos para defenderme de los abogados que están persiguiendo a cada persona que intenta contar lo que pasó. Me despido con un fragmento de Rebbetzin Tziporah Heller que espero te ayude en estos días que tampoco deben ser fáciles para vos “Una pregunta que es siempre relevante ¿cómo puedo usar esto para seguir adelante?” //B.